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Badlands 2022

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Badlands 2022

David Molina

Badlands 2022

Collectie van David Molina

1 Tour

52:23 h

780 km

15.100 m

Diario de BadlandsBADLANDS DÍA 1
Me coloqué en la cola del grupo para iniciar Badlands siguiendo a ciclistas de mi nivel, y así evitar la tentación de entrar en un ritmo donde nada había que ganar. Funcionó, y salí de Granada con las pulsaciones bajo control y saludando a la Alhambra.
Llegó la primera bajada donde pude comprobar que acerté haciendo caso a Miguel Silvestre de El Kilometro Cero , colocando una horquilla con suspensión en lugar de la rígida (gracias Miguel!). Adelanté a más de 40 ciclistas que bajaban cautelosos por caminos rotos con sus bicis gravel, y lo hice saltando y disfrutando como un niño.Es sorprendente lo rápido que se disuelven 300 ciclistas en Badlands. Estaba entrando en el Parque Natural de Huétor y ya pasaba largos periodos de tiempo sin ver a nadie. Atravesé un bosque de pinos precioso, que proporcionaba además una buena sombra antes de asomarse al desierto.Sin darme apenas cuenta, estaba llegando a la Hoya de Guadix y a su mítica ascensión con una media del 15% y una máxima del 25%, que pude subir encima de la bici usando todo el desarrollo. Empecé a escuchar un ruido, como de una mosca gigante encima de mí. Tardé un rato en darme cuenta de que era un dron que grababa a una pareja de ciclistas que rodaban junto a mí, para una producción de vídeo patrocinada por una marca de ropa. Probablemente les estropeé algún plano con mi maillot rojo cantoso. ¡Espero que no les hiciesen repetir la subida!En el Km 100, al pasar por El Bejarín, un bar me llamó la atención. Acierto total: 2 coca-colas, tapa de arroz, y plato de huevos, patatas fritas y lomo muy jugoso. Todo rico, sin estridencias. Era el único ciclista allí, por lo que me atendieron rápido. (Bar Acuario, si no vas a comer, pídete un Larios). Os regalo el slogan!Había escuchado que en Gorafe los bares no daban abasto en Badlands, y así fue. Se habían quedado sin agua embotellada. Y las coca-colas estaban a temperatura ambiente. Así que tardé poco en beberme 2, cargar agua del grifo, y salir zumbando, enfrentándome a una nueva pared hormigonada.Y tras esto, la parte más bonita del día: el desierto de Gorafe. Un precioso paisaje desértico, engrandecido por un atardecer de postal. Las vistas de esa llanura que se quiebra y derrama por un barranco sinuoso son impresionantes. Uno se siente privilegiado pedaleando aquí.Estirando el día y la noche con el foco, continué pedaleando y disfrutando con bajadas impresionantes y alguna pared de hormigón más, hasta Hinojares, donde la cena en el Hotel-Restaurante Valle del Turrillas dio paso a mi primera noche al raso, eso sí, abrigado por las paredes del establecimiento, cuyos trabajadores me permitieron amablemente montar mi vivac en la terraza. Acabé el día con los primeros 200 kilómetros recorridos, tal y como había planeado en mi objetivo de hacer Badlands en 4 etapas.BADLANDS DÍA 2
“Cabrito frito con ajos, 18 pavos… un poco caro… será la inflación…” Es el primer pensamiento que tengo del segundo día de Badlands, mientras trataba de prorrogar 8 minutos más la alarma del teléfono.

A las 6 de la mañana estaba ya pedaleando. Había remoloneado en exceso. Podría haber sido peor. Recorría la segunda parte del anillo del desierto cuya meta volante estaba en Gor. El supermercado Covirán del que muchos Badlanders hablan está regentado por un entusiasta del deporte, que recibe a los ciclistas con exquisita amabilidad. Jamón, mortadela, dos cafés de esos fríos, dulces, pan… Salí bien cargado de allí, dispuesto a recorrer 120 kms sin abastecimiento de agua/comida.

Puse a prueba esta “incidencia” del track recargando agua de una fuente donde se leía “Agua No Potable”. Usé las pastillas potabilizadoras que Jaime, también en carrera, me había recomendado comprar. Funcionaron (no me jiñé 💩).
Por segunda vez volví a cargar agua en un punto fuera de la hoja de ruta. Fue en una granja de ovejas, después de saludar al ganadero haciendo buen uso de mis breves conocimientos agropecuarios. Le dije: “Bueno, y las ovejas qué tal marchan?” Sabias palabras…
Uno de los puntos de referencia de la jornada aparecía ya en el horizonte. El observatorio de Calar Alto (2.168 m) y sus telescopios gigantes son visibles desde muchos puntos de la provincia de Almería, y había que llegar hasta ellos para después descender hasta Gérgal. La subida final hasta el observatorio dio pie a una preciosa bajada por carretera, interrumpida por un tramo de pista necesario para llegar hasta el pueblo.

Llegué a Gérgal con las ultimas luces del día, y en una placita estábamos concentrados alrededor de unos 15 ciclistas, tratando de obtener algo de comer y beber en un pequeño bar del pueblo. El camarero por momentos perdía los nervios ante la mini avalancha rodante. Un poco de paciencia, y conseguí mis bebidas y bocatas en un tiempo más que aceptable.

En este momento, apetecía quedarse allí a dormir. Escuchaba a ciclistas pasarse teléfonos de señoras que alquilaban habitaciones de estraperlo. “30 euros” escuché. Parecía una rave. 

En lugar de quedarme, me pedí un bocadillo extra, lo guardé, y me subí a la bici para afrontar una mini-etapa nocturna. Me tocaba pedalear por una rambla donde era fácil por momentos perder la línea, y tuve que dar algún que otro rodeo. Encontré también en un arroyo a varios ciclistas que preparaban su campamento para dormir junto a la rambla, como si fuesen bandoleros. ¡Se respiraba aventura! Pero yo quería continuar un poco más. Quería llegar hasta una gasolinera que hay junto a la autovía, donde llegando de madrugada no tendría problemas para dormir sin llamar la atención. Y como abría a las 6, podría desayunar allí, lavar bien la bici y continuar, habiendo adelantado unos 25 kms más de lo previsto.

La llegada hasta la gasolinera fue salvaje. Ramblas anchísimas repletas de arena y piedras, donde el camino se borraba, y donde cada uno debía elegir por donde pasar. Disfruté de esta parte, aunque sé que a muchos otros se les atragantó por lo poco ciclable. La mountain bike y mi afición por los sitios complicados me ayudaron a salir de allí. 

Llegué por fin a la gasolinera, y el plan había funcionado. Había incluso una moqueta en el lugar donde montaría mi cama. Había atravesado el ecuador de la prueba, estaba en el Km 417.
BADLANDS DÍA 3
A las 5:40 de la mañana, y ya con los ojos abiertos, escuché el sonido de una moto grande, una chopper. Se paró el motor y escuché cómo se abría la reja de la gasolinera. Mientras recogía la colchoneta y el saco escuché: “Por mí no tengas prisa, eh? Puedes quedarte todo el tiempo que quieras!” 
Le contesté: “Gracias! Pero tengo que seguir, que estoy en una carrera!”

Seguí hablando con él un rato mientras recogía todos mis trastos. Lavé la bici con la pistola a presión, la sequé, puse cera en la cadena. Mientras tanto el powerbank y la luz se cargaban en la trastienda. El amable empleado de la gasolinera había insistido en que enchufase todo lo que quisiera. Me tomé dos cafés y un dulce mientras me contaba que el agua que corría por la rambla de Tabernas estaba totalmente salada, y que era habitual ver allí a geólogos estudiando el terreno. Eso explicaba el color blanquecino que tenían los senderos en la rambla y que había visto la noche anterior. Por lo visto es una salina natural, y aquello en su día estuvo cubierto por el mar.

Con el dato geológico aun en la cabeza empecé la jornada pedaleando de nuevo en la rambla hasta llegar al pueblo de Tabernas. Paré en un bar a por un café más. Los copas de coñac brotaban de la barra mucho más rápido que los cafés. Pero tenían los lugareños curiosidad por el recorrido que estábamos haciendo. Les expliqué lo que pude. Sin tiempo que perder, me dirigí hacia la primera subida del día: El Collado Colativí (1387 m) a los que había que ascender después de pedalear de nuevo por otra rambla llena de piedras.

El descenso posterior hasta Níjar fue vertiginoso. Una carretera muy estrecha con curvas bastante técnicas que no dejaban pararse a contemplar el paisaje. Crucé el pueblo sin detenerme siquiera a por agua. Y empezó una pista llena de toboganes que cruzaban arroyos. Estos toboganes suponían tener que coger mucho impulso cuesta abajo, para tratar de subir la rampa a continuación con mucha velocidad. Si no llegabas hasta arriba, tenías que echar pie a tierra por lo inclinado de cada rampa. Fueron al menos 15 toboganes. Me sobraron uno o dos.
En el tramo después de Níjar, fue una pena contemplar la ingente cantidad de basura, fundamentalmente plástico, que la agricultura de invernadero deja por todos lados.

Llegué a la Venta del Pobre donde coincidí con otro ciclista de Granada y con su novia, que estaba siguiéndole con el tracker. Nos tomamos un par de Coca Colas, y continuamos pedaleando.

Estábamos entrando ya en Cabo de Gata, y pronto llegué al Cortijo del Fraile, el lugar que inspiró a Lorca para sus “Bodas de Sangre”. Foto sin casi bajarme, y a continuar. El sol estaba cada vez más arriba, y el calor pegaba.

Pronto llegó Rodalquilar. Intenté comer allí, pero me di cuenta pronto de que no era un sitio muy abierto. Había un ambiente un tanto snob. Quise parar igualmente en el primer restaurante que encontré. Tenía hambre. Antes siquiera de saludarme, el estirado camarero se dirigió a mí con un tono seco: “La bicicleta ahí no puede estar”. “Okey” respondí. Me subí a la bici y continué mi camino. Sé perfectamente cuando una bici molesta, y cuando es también el ciclista el que molesta. Me dio pena. La carta tenía buena pinta.

Cambiaron las tornas y antes de San José, una pollería se me apareció en el camino y decidí parar a comer. Era el típico sitio de platos caseros preparados. Macarrones boloñesa, gazpacho, botella de agua y un merendero con un banco de madera con un olivo dando sombra fueron el menú.

Satisfecho por la buena elección, continué pedaleando. Llegué hasta San José, desde donde se inicia la pista de acceso a las playas. Desde allí las vistas de la costa son preciosas, sobre todo cuando se asciende hasta la Torre de la Vela Blanca. A partir de allí, llega el Faro y a continuación las Salinas de Cabo de Gata.

Uno tiende a pensar que Almería está ya al lado. Pero qué va! El parque Natural sigue ahí, y eso significa que hay zonas sin urbanizar que hay que atravesar: Caminos, playas, bancos de arena… Una gymkana que hay que tomarse con paciencia, para digerirla bien.
Finalmente, llegué a Almería. Mi menú nocturno fueron dos bandejas de sushi del Mercadona y un zumo de una fruta exótica que no recuerdo. Todo ello viendo la puesta de sol en el Paseo Marítimo de la capital. 1 hora de relax, y con las luces encendidas continué.

La salida de Almería atraviesa un barrio peculiar. De esos donde hay gallos de pelea. Pero lejos de sentir peligro tuve una salida de lo más tranquila por un camino bastante escarpado. Poco a poco me elevaba sobre la ciudad iluminada, al mismo tiempo que se iba alejando. Pronto me encontraba rodeado de nada. Bueno, de piedras, muchas piedras. Los Pedrolos se llama la subida en honor a eso mismo: a los pedrolos.

Serían ya las 23:30, y por momentos tenía que bajarme de la bici. La pendiente no era fuerte, pero la flojera aparecía, y las calas de las zapatillas no salían tan fácilmente del pedal, creo que por el polvo. Los pedrolos amenazaban con desequlibrarme y tirarme de la bici en cualquier momento. 
Una lista musical, un poco de pateo, y volví a activarme. La luna estaba brillando y ponía la mitad de la iluminación que necesitaba. Tras unos cuantos kms, el camino se hizo carretera. ¡Aleluya!

Continué el track hasta el pueblo de Enix. Había llegado de nuevo al punto que me había marcado, pero la etapa más dura estaba aún por delante. Así que planeé un sueño ligero. Sin ni siquiera preparar la colchoneta. Un banco de madera debajo de un árbol fue suficiente. Sí necesité sacar el saco de supervivencia, porque hacía rasca. Eran las 1.30 de la mañana. Estaba en el Km 608. Fijé la alarma a las 3.30. Otra más a las 3.40. Y a las 3.50 también.
BADLANDS DÍA 4
Cuando llevaba una hora durmiendo en aquel banco de Enix sentí como un ciclista pasaba. Serían las 2.30 de la mañana. Un minuto después volvía a pasar en dirección opuesta. Creo que me vio allí acostado y se dio la vuelta para tumbarse en el otro banco que había. Le debió parecer buena mi decisión.

A las 3.30 empezó el carrusel de alarmas que había preparado. Cuesta a veces reiniciar la marcha, pese a estar durmiendo muy incómodo. Estaba dentro del saco de supervivencia y eso no transpira nada de nada. Notas como empiezan a condensarse gotas de agua dentro muy rápidamente y te acabas mojando. La supervivencia no tiene más confort que pensar en que ya dormirás mejor otro día. ¡No es poco!

A las 4.00 decidí que ya era suficiente. Como esta vez ni siquiera había preparado la colchoneta hinchable pude recoger en apenas 5 minutos. El siguiente pueblo era Felix, al que se llegaba después de unos kilómetros subiendo por carretera. Tras pasar el pueblo, la carretera dio paso a una pista forestal. Había un cielo precioso. La luna ya se había puesto, y dejaba una vista muy clara de constelaciones, estrellas y aviones tintineantes.
“¡Un momento, eso es un cometa! ¡Qué bonito! ¡Otro allí!” A los pocos minutos me quedé un poco más en shock. Una línea a rayas intermitentes, como un pespunte de costura muy largo, cruzaba el cielo. “¿Ovni o cometa?” pensé. Pasaban los segundos y el pespunte no desaparecía. Seguía avanzando hacia el horizonte. Después de un minuto y medio comenzó a desvanecerse lentamente. Para entonces ya estaba convencido de que alguna amenaza señalaba al planeta.

Expliqué lo que había visto en el chat de whatsapp que participantes y organización compartíamos. Pronto llegó la explicación: ¡Elon Musk! Sus satélites estaban de paseo por el espacio. Y un participante me lo explicó. Posteriormente, David, organizador de la prueba, me diría… ¡Yo te leí y pensé que estabas con alucinaciones…! 

Completé la ascensión con las primeras luces del día, escuchando los disparos de algún cazador. Coincidí arriba con algunos badlanders e iniciamos el descenso hacia Instinción.
Teníamos en frente de nuevo el desierto de Tabernas y el observatorio de Calar Alto en el horizonte. Parecía increíble estar viendo desde lejos el paisaje del segundo día, y tenía que hacer verdaderos esfuerzos para entender y asimilar el recorrido que llevaba hecho.

En Instinción había un bar que llevaba dos días abierto, día y noche, sin parar, atendiendo el goteo de ciclistas que por allí pasaban. El camarero, muy cansado, atendía las comandas con más fe que memoria. Estaba tan agotado como todos los que le pedíamos desayunos. Me encontré allí a Taylor Phinney con quien estuve charlando brevemente del perfil de la etapa que teníamos por delante. “That’s a good thing”. Le gustó que lo llevase impreso en el manillar.

Las subidas más duras de todo Badlands estaban aún por llegar. Algunas paredes las tenía nada más salir de Instinción. Después llegaron Fondón, Laujar de Andarax, Alcolea, Darrícal… “Un momento, aquí hay que salir de la carretera”.
No había mirado bien donde cargar agua en los pueblos anteriores. Lo fui dejando hasta ver una fuente delante. Pero nunca apareció. Por contra, tenía un río, con muy poco caudal, agua transparente, sí, pero algas y bacterias en abundancia. Reservé el medio bidón que me quedaba de agua potable, y rellené los otros dos con agua de este río, añadiendo una pastilla potabilizadora a cada uno. Empecé a subir el puerto más duro de toda la carrera (al menos a mi parecer).

 Estaba en un agujero en medio de la Alpujarra. Una pista de hormigón serpenteaba montaña arriba sin dar pistas de a dónde se dirigía. Las rampas se sucedían una tras otra y la sombra escaseaba. Con paciencia y echándome algo de agua por la cabeza (de la del río) conseguí salir de allí hasta encontrar una pequeña casa, donde un buen hombre tuvo la amabilidad de llenarme el bidón bueno. Pero pronto me quedé seco y tuve que echar mano de los bidones “radioactivos”.

Encontré un pequeño viñedo, y una parra que se me puso demasiado a mano, fue asaltada sin miramientos. 2 racimos tenía nada más, pero los dos me los merendé como si fuera un naufrago hambriento.
Cádiar se acercaba. Una bajada salvaje, fuera de cualquier pista, nos dirigía de nuevo a un hoyo. Habría disfrutado más de este sendero de no ir ya cansado. 

Finalmente llegué a Cádiar, y al parar en un bar para pedir un bocadillo, sentí el inconfundible despertar de mis tripas. El agua del río era más potente que las pastillas potabilizadoras. Tres visitas al baño de la cafetería después, pude empezar por fin a comerme el bocadillo. Lo condimenté con dos cápsulas de Fortasec. 

Una hora después, estaba de nuevo en marcha. Paredones para salir de allí, pero un paisaje más visible y abierto, junto a una bonita luz de tarde animaban al pedaleo.

Entre impresionantes toboganes con pendientes descomunales, la ruta puso rumbo a Trevélez, a donde llegué ya de noche. Una vez allí, tenía apenas 21 kms hasta la meta en Capileira, pero que volvían a tener una subida importante por una pista, y un barranco que había que cruzar a pie. Había visto fotos de este obstáculo, pero lo había olvidado por completo. Impresionaba ver lo escarpado que era.

Eran las 22.30 de la noche, y la pista forestal era de nuevo una carretera. Curvas muy rápidas me dejaban a las puertas de Capileira. Por fin vi la meta, que por la hora que era, estaba solitaria y nada animada. El mal funcionamiento de mi tracker pilló fuera de juego al gran @juananfotografia , para hacerme la foto en meta, aunque sí que pudo hacérmela un cuarto de hora después, aprovechando la llegada del participante que venía detrás de mí.
Entré en el hotel que hacía las veces de meta y allí encontré a David y a Aza, el núcleo duro de la organización. De pronto, fui consciente del enorme trabajo que estaban haciendo allí también. Habían pasado dos días desde que llegó el primer participante, y aun quedaban dos días más para seguir recibiendo a los que llegarían detrás de mí. Y allí estaban ellos, recibiendo y atendiendo también en la distancia las incidencias de 300 personas repartidas en una enorme cantidad de kilómetros. Les di un abrazo, y celebré con ellos la victoria personal que sentía al haber terminado Badlands.Con mi medalla de Finisher me desplacé unos metros atrás para sentarme con Christina y Raquel, que habían venido a recibirme en meta, o mejor dicho, a verme pasar, porque se estaban zampando un cochinillo asado de categoría, y de la mesa no se movieron. Yo habría hecho igual. Me senté con ellas, y me zampé un buen trozo del cochinillo que me habían guardado.

Y esta es la historia de mi @badlandscc. Una carrera que he completado con mejores sensaciones de las que esperaba, pero que ha sido la más dura a la que me he enfrentado.

780 kms
15.000 m
86 horas y 57 minutos.

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Tours

  1. Badlands 2022

    52:23
    780 km
    14,9 km/h
    15.100 m
    14.700 m
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  • Tours
    1
  • Afstand
    780 km
  • Tijdsduur
    52:23 h
  • Hoogtemeters
    15.100 m

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